Costos: $300 copa de dama / $1000 privado para la casa / $1000 privado para la chica / $100 condón.
Bandita meche-tlalpeña, buenas tardes.
En ocasiones anteriores les he comentado que radico en la zona norte del Edomex y que de vez en cuando me gusta visitar esos hermosos lugares de sano esparcimiento coloquialmente conocidos como tei bols o fruteros. Usualmente ando por la zona de Cuautitlán (El Marinos, el Afroditas, el Romeo y Julieta o el London), a veces por Tequexquinahuac (El Carrusel, La Cúpula, El Trébol o El Ejecutivo) y muy ocasionalmente por tugurios de mala muerte en Naucalpan (La Princesa).
Resulta que hace poco una chica del ambiente me platicó de los bares de mala muerte que se encuentran sobre la López Portillo, cerca del mexibús Vidriería, señalando que ahí las chicas trabajan "más pesado" (If you know what I mean). Ese comentario despertó mi curiosidad pu tañera y ayer decidí ir a conocer para sacarme la espinita. Asumí que si había bares de mala muerte (con-gales, loncherias, fruteros o como ustedes les llamen) iban a estar abiertos sin importar que fuera domingo.
Me instalé en uno de los sillones, pedí una cerveza e inmediatamente me sentaron a una chica con algo de lonjita pero de buen trasero que se portó muuuy complaciente. Le invité una cerveza e inmediatamente llevé mis manos a sus muslos, ella me seguía la plática y se dejaba hacer sin problemas, así que me atreví a ir más allá. Pasé un brazo por detrás de su espalda, dirigiendo mi mano hacia sus n@lgas y subiendo la otra mano por entre sus piernas hasta su gatito (en inglés). Cuando quedaron claras mis intenciones ella se levantó y comenzó a perrear de espaldas a mí, ofreciéndome una vista en primer plano de su tra-0, escasamente cubierto por una microfalda con vuelo. Después se giró y se sentó sobre mi regazo, con sus piernas abiertas. Me ofreció su boca y sus "cateto opuesto / hipotesuna" (paro los que saben matemáticas), los cuales besé sin pudor. Entre besos y tragos de cerveza continuamos cach0ndeando a la vista de las presentes. Mis manos se entretenían en sus n@lgas, ya fuera que las masajeara, abriéndolas de par en par, o que las azotara con sonaras palmas.
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Comencé a masajearle el nudo de globo con mi dedo medio izquierdo mientras ella se contoneaba al ritmo de la música. Al notarla tan receptiva decidí presionar poco a poco en esa misma zona con mi dedo ensalivado, hasta tenerlo por completo en su interior, para después iniciar un lento mete-saca. Ella entornaba los ojos y me ofrecía su lengua y paladar.
-¿Por qué eres tan puta?, le pregunté al oído.
-Porque me encanta la v3rga, soy bien ninfómana, me respondió.
Saqué mi dedo de su trasero y lo llevé a mi boca, chupándolo a escasos centímetros de su cara.
La aparté un poco de mí y levanté su falda para ver su tanguita por delante. Con mi mano derecha corrí la prenda hacia un lado y comencé a masajear su clítoris en círculos. Ella me dijo ya porque me vas a hacer venir y me voy a mojar, mejor invítame un privado.
Pagué la cuenta. 1 cerveza mía, dos cervezas de ella, mil por 40 min del privado para la casa, otros mil para ella y 100 del globito. $3150 en total, si mal no recuerdo, y nos dirigimos hacia el “privado”, un cuartito muy reducido (calculo que de aproximadamente 1.2 x 1.2 m) con apenas dos taburetes cuadrados que, pese a lo reducido del lugar, ella supo usar sin problemas como buena meretriz.
Se despojó de su falda y comenzamos a besarnos mientras le estrujaba las nalgas a placer, con más intensidad que antes si cabe.
Bajé mi pantalón hasta el suelo y ella se hincó para comenzar a hacerme sexo oral, despacio, profundo y alternando con lamidas a mis testículos mientras sus manos recorrían mis nalgas y piernas, acariciándome suavemente con las uñas.
Tomé mi pene con una mano y lo levanté para que chupara mis testículos, ella entendió el gesto y pegó su boca a mis bolas, apretando suavemente con su lengua y sus labios mientras yo me masturbaba y golpeaba suavemente su cara con la punta de mi pene.
Voy yo, le dije, y se levantó, abriendo las piernas y colocando las manos sobre el taburete para ofrecerme su culito. Me hinqué y aproveché para hacerle beso negro con la mayor profundidad que me era posible. Con mis manos separaba sus nalgas mientras mi boca jugaba con su ano, a veces lamiendo en círculos o de arriba hacia abajo, a veces haciendo succión o intentando penetrarla con mi lengua lo más que me era posible.
Nuevamente llevé un dedo ensalivado hacia su ano y comencé a penetrarla lentamente, haciendo movimiento circulares. Me excitaba ver ese delicioso par de nalgas abiertas por completo, con mi dedo en medio de ellas, completamente aprisionado.
Saqué mi dedo y enterré mi nariz entre sus nalgas, mientras lamía sus labios vaginales desde atrás. Ella comenzó a gemir y a humedecerse poco a poco. Ensalivé mi dedo medio y lo llevé a su panochita, presionando lentamente desde su vagina hasta su clítoris, que comencé a masajear en círculos.
En esa posición no me era posible atender debidamente su botoncito, así que le pedí que se girara, ella se sentó al borde del taburete e inclinó su espalda hacia atrás, quedando semitendida y dejando su panochita y ano a mi total disposición. Comencé a lamer su clítoris, primero con movimientos circulares, y después presionando suavemente con mi lengua, de arriba hacia abajo, o succionando con mis labios. Ella aumentó la intensidad de sus gemidos y me tomó de la cabeza para que no me separara.
-¡Ay!, así, así, así. Sigue. Me decía mientras mamaba su conchita.
De pronto sentí como mi rostro se mojaba aún más, ella estaba teniendo un squirt que me tomó por sorpresa pues nunca me había tocado experimentarlo con alguna chica, mucho menos con una cariñosa que acabara de conocer. Intenté beber lo más que pude sin hallarle sabor y continué lamiendo su clítoris, pero ahora también introduciendo un dedo en su vagina, haciendo movimientos de ven-ven, intentando encontrar esa pequeña, mítica, zona rugosa conocida como punto G. Mi táctica pareció dar resultado pues nuevamente sentí como expulsaba uno, dos chorros más de juguito femenino.
Llevé mi índice izquierdo a su ano y lo introduje de un solo movimiento, con mayor facilidad que antes.
Separe mi cara de su entrepierna para apreciar lo erótico de la escena en todo su esplendor, ella recostada hacia atrás, acariciando sus senos con lujuria, con su tórax subiendo y bajando rítmicamente al compás de su respiración, con la vagina brillosa y totalmente mojada y los labios vaginales hinchados y abiertos, mientras la dedeaba por sus dos hoyitos a la vez.
-Ya cógeme, dijo.
Me levanté para besar su boca y le dije:
-¿Sí puta?, ¿quieres que te llene de lechita?
-Sí, pero ponte el condón, respondió mientras me lo entregaba en mano.
Dejé el condón sobre el otro taburete y volví a besarla en la boca. Me separé y llevé mi pene erecto a su vagina, rozando suavemente sus labios y su clítoris. La miré a los ojos buscando su aprobación y no dijo nada pero cuando hice presión sobre su entrada me detuvo y volvió a insistir.
-Pone el condón.
Me levanté y extendí el condón sobre mi pene.
-Ponte de perrito, le dije. Ella obedeció, separó un poco los taburetes de la pared y se hincó sobre ellos, inclinándose los más que le permitía el reducido espacio.
-¿Por dónde lo quieres, por la panochita o por la colita? Pregunté, posando mi mano izquierda sobre sus nalgas y llevando mi pulgar hasta su ano, dándole a entender que deseaba penetrarla analmente.
-Mmm. Primero vaginal y luego intentamos anal, ¿va?, pero despacito y me lo sacas si ves que me duele.
Llevé mi pene hasta su vagina y comenzamos con un mete-saca, primero lento, sacando mi miembro casi por completo y tomándome el tiempo para sentir el roce de sus labios en mi glande, después cada vez más rápido hasta chocar mi cadera contra sus nalgas, mismas que golpeaba con mi mano izquierda.
Eyaculé tras unos minutos de estarla penetrando, me aferré a sus nalgas y continué con el mete saca, disfrutando de la hipersensibilidad que queda en el glande después del orgasmo. Mi erección fue perdiendo rigidez y el condón comenzó a salirse.
-Espera, se va a salir el condón, le dije apartándome de ella.
-¿Ya te veniste?, preguntó dándose la vuelta, justo en el momento en que me quitaba el condón para hacerlo nudo.
-Quiero probar tu colita, pero no sé si aguante todavía.
-Sí, a parte no sé cuánto tiempo nos queda.
-¿Probamos?
Ella no respondió, prefirió ir directamente a la práctica y limpiar morbosamente mi pene con su lengua, masturbándome y acariciando mis testículos para ayudarme a recuperar la erección.
Ponte en cuatro, le ordené, aún sin recuperar la rigidez por completo. Ella procedió a acomodarse nuevamente en el taburete, abriendo sus nalgas con una mano para facilitare la penetración.
Acerqué mi glande hasta su ano e intenté penetrarla, ya sin condón, ella no dijo nada, sencillamente tomó mi pene para mantenerlo en posición y comenzó a echar las caderas hacia atrás.
Pese a que minutos antes la había dedeado con suma facilidad, su ano no parecía dispuesto a albergar algo más grueso que un dedo, al menos no sin lubricante, y mi erección a medias tampoco ayudaba a lograr el cometido.
-¿Cómo es que siendo tan puta estás tan apretadita?
-Por qué no se los doy a todos, nada más lo hago cuando estoy muy caliente.
-¿Haces encuentros por fuera?
-Sí, te doy mi número y ahorita me mandas un whats para guardarte.
Le di mi celular para que ella misma registrara su número mientras le acariciaba las nalgas, como despidiéndome de ese rabo que me acababa de coger.
-¿Te puedo tomar unas fotos empinadita, sin que se vea tu cara?
-Sí claro. Me dijo, regalándome las fotos que les comparto.